Por: Jorge Romero
En este país al perder un ser querido es mejor no pedir a la
policía o cuerpos de investigación que se hagan cargo del caso, recoja su
muerto y sepúltelo, vea y no le resulte Al Capone, Pablo Escobar, o Jack el
Destripador. En Honduras, además de cargar con la perdida y el dolor de su
deudo también debe cargar con el desprestigio y el escarnio popular, después de
todo la víctima se merecía la peor de las muertes, porque en Honduras, a nadie
lo matan por buena gente, si es joven, es marero, si es una jovencita es
pre-pago y si es estudiante es terrorista o vendedor de drogas. Partiendo de
este pensamiento en Honduras, es mejor no morirse porque el sepelio le sale
caro, en sus familias deja un gran vacío y dolor y ante la sociedad usted puede
resultar el peor de los criminales, mientras sus victimarios son los
justicieros que le han hecho un gran favor a la sociedad eliminando una gran
amenaza. El valor de la vida en Honduras, se reduce a cifras y estadísticas que
cuentan lo bueno que es el gobierno de turno, los comentarios no se hacen
esperar " pero ya son menos los muertos", el valor de la vida se
traduce a números, la deshumanización de la sociedad hondureña es enorme; es
irónico que nos vistamos con habito de santos y religiosidad pasmosa y nos
escandalicemos por las ejecuciones "islamistas" cuando en nuestro
país los embolsados, estrangulados, torturados, decapitados y descuartizados
abundan y son crímenes más horribles y deleznables.
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